Jaulas marinas en Nicaragua,

una apuesta para salvar al mar y empoderar a los pescadores

La pesca en el litoral Pacífico de Nicaragua enfrenta la sobreexplotación de sus recursos, lo que obliga a los pobladores a migrar hacia otras actividades ante la “falta de peces” en el mar. El escaso control oficial y las malas prácticas como el uso de bombas, trasmallos o la captura de especies en tallas no permitidas han provocado esta escasez sin precedentes. Pese a ello, 188 familias de la zona encontraron en la acuicultura, técnica milenaria de reproducción inducida, una alternativa sostenible con buen impacto económico y ambiental. El potencial apenas se está descubriendo.  

Por Jorge Hurtado | Managua

Gerardo Ruiz Palma es un pescador que no quiere pescar. Nació hace 43 años en una pequeña comunidad de nombre Gigante, en el sur de Nicaragua. Allí viven apenas 4.000 habitantes y el 90% se dedica a la pesca artesanal. Gigante se ubica en el municipio de Tola, departamento de Rivas, a unos 130 kilómetros de la capital, Managua. La Bahía de Gigante es de arena fina y se extiende por poco más de dos kilómetros. Está protegida en los extremos por formaciones rocosas, donde el choque constante de las olas crea impresionantes cortinas de agua. Los coloridos atardeceres, la flotilla de lanchas pesqueras y la cordialidad de sus habitantes convierten a esta playa en un escenario digno de una postal.  

Sin embargo, la mayoría de los retratos que se puedan realizar allí no visibilizan lo que sucede con las especies bajo el agua y la situación de los pescadores. 

Recorrimos la zona para hablar con los protagonistas de esta historia. Gerardo Ruiz nos contó que en años recientes el auge del turismo de Nicaragua le había permitido generar otros ingresos con menor esfuerzo, como realizar viajes turísticos en su lancha de motor. Pero la crisis sociopolítica que ha sacudido a este país centroamericano desde 2018 y la actual pandemia del coronavirus ahuyentaron a los surfistas que llenaban las playas y los obligaron a retornar a su jornada de varias horas en alta mar en busca principalmente de peces pargo, uno de los productos más demandados en el mercado local e internacional.

“Con la crisis del país todo se vino abajo. Antes daba gusto ver que a esta hora (seis de la tarde) había más turistas que miembros de la comunidad, pero ahora ¡qué va! Está frito esto”, se lamenta el pescador. 

Gerardo y el resto de comunitarios aducen que pescar ya no es rentable: “Se gasta más combustible y también ir a pescar con líneas pargueras es peligroso, por si un anzuelo te pega o hay mucho viento en altamar”. 

Según testimonios recogidos en esta región, la sobreexplotación de recursos comenzó tras el maremoto del 1 de septiembre 1992, que afectó a varias comunidades pesqueras. A fin de reactivar la economía, las autoridades promovieron el uso de pesca con trasmallo (red), cambiando la dinámica de la pesca con cuerda de mano a una más agresiva. Así, la captura de peces dejó de ser selectiva y artesanal y comenzó a ser masiva. Para que la comunidad logre apostar por una idea que para algunos pescadores artesanales podría sonar descabellada: criar pargos en jaulas flotantes en el mar.  

“A la gente no se le enseñó a utilizar el trasmallo de una manera sostenible. Los pescadores lanzaban sus redes al mar y el período de espera, que era de una o dos horas, a veces se prolongaba hasta 12 o 15 horas”, dice Peltier Barahona, biólogo marino y ambientalista.  

Asegura que algunas décadas después los efectos son visibles. “Yo diría que la problemática principal es la sobrepesca, la sobreexplotación de los recursos acompañada de dos aspectos principales: primero, el uso de la bomba para pescar, que es una manera de pesca ilegal que destruye en su explosión la larva de muchos peces, lo cual impide que se logre repoblar las áreas; y segundo, la depredación de los ecosistemas de manglar, las áreas semilleros que garantizan el repoblamiento de los arrecifes”. 

Barahona llegó a Gigante hace nueve años, acompañado de un grupo de biólogos y ecólogos que realizaban estudios de buceo en arrecifes cercanos a las costas de la pequeña comunidad. Querían observar las formaciones rocosas que decoran el paisaje, pero que en su base alojan una gran diversidad de vida marina. 

En una reunión de fin de semana con pescadores de Gigante a la que asistí en enero de este año con Gerardo Ruiz, los expertos conversaron sobre los aspectos técnicos y logísticos para un proyecto de Maricultura, una rama de la Acuicultura que sería la primera en el Pacífico nicaragüense. La iniciativa es apoyada por Fauna y Flora Internacional (FFI), organización ambiental de la cual es promotor Peltier Barahona, y que desde hace meses invierte recursos para que la comunidad logre concretar una idea que para algunos pescadores artesanales podría sonar descabellada: criar pargos en jaulas flotantes en el mar.  

La Acuicultura es una técnica milenaria de crianza de especies acuáticas vegetales o animales, que consiste en un sistema de reproducción en estanques o jaulas de forma controlada y que tiene sus primeras referencias históricas en el año 3.800 a. C. en la antigua China, Grecia, Babilonia y Roma.

Gerardo Ruiz fue uno de los más interesados en la reunión. Escuchó, preguntó y tomó nota. “Si eso da bola (funciona), la crianza de pargo multiplicaría la pesca en casi un 100%. Nadie va a ir a pescar, todo el mundo va a querer su jaula y para nosotros eso sería una gran cosa”, afirma. Considera que la pesca tradicional salir en lanchas y pasar varias horas en altamar para capturar con redes— ya no es sostenible económicamente. A sus dos hijos, también pescadores, les dice que en unos años ya no habrá más peces si no se logra un equilibrio. “Siempre les he dicho que cuiden la pesca, que mi padre me mantuvo de eso, yo los mantuve de eso y ellos van a mantener a sus hijos también.”

En la misma reunión, Peltier Barahona explicó que trabajaban en un experimento piloto de jaulas de 27 metros cúbicos (3x3x3), “un cubo enmallado que sería anclado al fondo del mar, similar a como estaría anclado un barco”, en la idea de fomentar un método de pesca y cultivo que no ejerza tanta presión sobre los recursos pesqueros.  

El proyecto, cuya viabilidad se evaluaría en ocho meses, consistió en construir y luego anclar tres jaulas en la Bahía de Gigante, elaboradas con recursos de la zona y la participación de al menos 18 pescadores. Ya instalada la infraestructura, los pescadores salieron a capturar pargos que luego colocaron en las jaulas para alimentarlos y engordarlos. A esto se le conoce como cultivo.  

El primer reto para los pescadores de Gigante fue construir las jaulas a bajo costo, y para ello contaron con la asesoría de Teach A Man To Fish, otra organización con experiencia en instalación de infraestructuras flotantes en varios países del mundo.  

“La organización que tenemos (Teach A Man To Fish) significa enseñar al hombre a pescar. Sabemos que ellos saben pescar. El asunto es pescar de manera sostenible. Al tener jaulas es algo sostenible.” 

Christian Lemuche

Cristhian Lemuche es un buzo belga con experiencia en Acuicultura en Centroamérica. Su aspecto de Santa Claus surfista resultó ser un atractivo para los niños de la comunidad, pero para los pescadores Cristhian era el experto que les enseñaría a construir las jaulas para el proyecto, tomando en cuenta las condiciones propias del océano: viento, olas, fuerza del mar. “Uno de nuestros retos es mostrar que hay maneras económicas de empezar la Acuicultura y que en vez de pescar, pescar, pescar de manera salvaje extrayendo cualquier cantidad del mar, pueden cultivar”, afirma. 

“La construcción es sencilla, pero suficientemente sólida. Lo hemos experimentado, asegura Lemuche. El ensamblaje de estas jaulas es como un rompecabezas cuyas piezas se unen y tienen suficiente resistencia y solidez como para introducirlas en el mar, que floten y resistan la embestida de las olas. “El principio de base es tener una estructura que está flotando con boyas. Las boyas son barriles, lo escogimos porque es barato y fácil de instalar, es liviano. Todo el material que estamos utilizando se encuentra fácilmente en Nicaragua”, explica. 

Al finalizar la reunión hubo más preguntas que respuestas. Quedó pendiente, por ejemplo, organizar un grupo que cuidaría de las jaulas durante el día y otro por la noche. Asimismo, crear una comitiva para dividir las tareas a fin de capturar el alimento necesario para los más de 3.500 peces que iban a introducir en las jaulas. El alimento debía ser extraído del mar y serían especies de poco valor comercial: sardinas, cabezas de camarones o langostascrustáceos o cangrejos. De no garantizar el alimento necesario, se podrían perder las especies o no llegar al peso de engorde y, por ende, al valor comercial esperado. 

“El reto es pescar para engordar, pescar para alimentar, no pescar para el comercio porque ya nos estamos dando cuenta de que la pesca para el comercio requiere una inversión bastante significativa, que muchos de ellos ya no están dispuestos a hacer”, agrega Peltier, confiado en los resultados de la iniciativa. 

Tras varios días de construcción, los comunitarios llevaron las jaulas al mar, a algunos metros de distancia frente a la Bahía de Gigante. Lograron sumergirlas, capturar a los peces e introducirlos en los cubos. El resto fue alimentarlos y esperar para saber si la idea podía funcionar en mar abierto.  

Un proyecto para incluir mujeres

Meses antes de nuestra visita a Gigante, una comitiva de pescadores, apoyados por FFI, viajó unos 300 kilómetros hacia el occidente de Nicaragua para conocer la experiencia en Acuicultura de comunitarios de los esteros Padre Ramos y Aserradores. Ahí las comunidades pesqueras comenzaron en 2009 a instalar jaulas flotantes para cultivar peces, aunque en condiciones ambientales diferentes. El aprendizaje de estas comunidades serviría para replicar la idea en la costa de Gigante. 

Visité la zona del Golfo de Fonseca, en las comunidades de la Reserva Natural Estero Padre Ramos y Aserradores en agosto pasado y pude apreciar la rica diversidad de flora y fauna que albergan los esteros, una formación de manglares próxima al mar.  

La Reserva Natural Estero Padre Ramos, declarada como tal en 1983, se ubica en el noroeste del país, cerca del Golfo de Fonseca que comparten Nicaragua, El Salvador y Honduras. Es vecina de otros esteros: Real y Aserradores. Uno de los esteros más grande de Centroamérica, con más de 92 km2 de ecosistema costero y es el hogar de este proyecto acuícola de la región liderado completamente por comunitarios. 

El Estero Padre Ramos semeja lo paradisíaco de una soleada isla caribeña con arena fina y aguas sin oleaje que dan la impresión de una enorme piscina natural, en medio de una selva de manglares con el amurallado propio de la Amazonía. Dos componentes exóticos rodean este extraordinario lugar: el océano Pacífico y el volcán Cosigüina, que se eleva a 859 metros sobre el nivel del mar. Desde el cielo, los esteros simulan un árbol con raíces que se adentran en Nicaragua.  

Elena del Carmen Martínez tiene 38 años y llegó a este lugar siendo niña. A sus padres los reubicaron tras el maremoto de 1992 y fundaron Monterredondo, hoy conocido como Aserradores. Sin vecinos y en un sitio rodeado de montañas y de agua, ella aprendió desde temprana edad el oficio de “conchar” viendo a otras mujeres “concheras”, dedicadas a la extracción y venta de conchas.  

Elena cuenta que antes la pesca en la zona era abundante pero esto, al igual que en Gigante, ha cambiado de forma radical. Desde hace 10 años se involucró en los proyectos de pesqueros que organizaciones llevaron a Aserradores. Dejó la primera cooperativa al convertirse en madre, pero tiempo después fundó Valle de Roca, otra cooperativa conformada por extractores de concha atraídos por la idea de cultivar sus propios peces. Martínez dice que el trabajo más difícil de su vida ha sido tomar las riendas de una cooperativa pesquera. 

El proceso legal y organizativo lo resume en pocas palabras, pero en realidad tardó al menos tres años para comenzar a operar con sus propias jaulas y enfrentar la resistencia de los varones, sobre todo, para quienes era impensable ver a una mujer liderando la cooperativa, una actividad que hasta hace poco era exclusiva de los hombres. Elena fue directa ante las manifestaciones de machismo: “Quien quiera seguirme que me siga y el que no, que se quede donde está”. 

La Cooperativa Valle de Roca reunió fondos para construir tres jaulas en el estero Aserradores. Al principio los miembros se repartían el trabajo de cuidarlas en jornadas de 24 horas, pero ahora, gracias al éxito del proyecto, pueden pagar a una persona que vigila de forma permanente en la improvisada caseta de madera y zinc que flota junto a las jaulas. Elena guía la lancha a motor hacia ellas; hoy le ha tocado inspeccionar su estado y alimentar a los peces. Dice que es una de las actividades más complejas porque comen de tres a cuatro veces al día. Y requieren más atención que un recién nacido, bromea. “Uno tiene que irlos cuidando lo más que pueda, porque si no se nos mueren en el lugar. Peor que un niño tierno, porque a él lo bañaste, le diste su pecho y ya se durmió… ellos no”, se ríe.  

Desde la superficie, las jaulas simulan un cuadrilátero hundido en el agua. El sitio es acogedor y tiene una vista privilegiada de otro coloso, el Volcán San Cristóbal. El único ruido aquí es el de la naturaleza y el de los lejanos motores de otras lanchas que circulan por la zona; estas naves causan pequeñas olas que mueven las jaulas y la casa flotante, que mide unos cuatro metros de largo por cuatro de ancho y en donde caben de forma ajustada una cama, una tv, un asador y hasta un perro. Elena nos muestra unos barriles repletos de cabezas de camarón, la comida de una semana para estos pargos enjaulados. El alimento es donado por empresas camaroneras de la zona, en alianza con organizaciones que apoyan esta iniciativa.

Fundación Líder: soluciones prácticas para desafíos impensables

Nadie conoce mejor los esteros que Edwin Paniagua, un ingeniero agrónomo dedicado a resolver cada problema que la vida le presenta. Hace 18 años creó Líder, una fundación para la conservación ambiental y que, según cuenta, surgió con el afán de “cambiar el esquema de conservación” en el país. Llegó al estero tras realizar un estudio en el Golfo de Fonseca que reveló la urgencia de trabajar en el manejo de las zonas costeras.  

Paniagua recuerda que aquí encontró más de 20 comunidades pesqueras y concheras, todas vulnerables, en condiciones de pobreza extrema. La mayoría de sus habitantes no habían completado la primaria y estaban dedicados a la extracción agresiva de los recursos en una zona donde estos se deben conservar por ser Reserva Natural y santuario de anidación de cientos de tortugas carey en peligro de extinción.  

En el diagnóstico de la zona descubrieron que el “esfuerzo pesquero”, como le llaman a la suma de gastos operativos como combustible, hielo, marineros y comida, no se correspondía con las ganancias por producción en las jornadas laborales de los pescadores, lo que sumado a otros factores de pobreza estaba generando un colapso ambiental y social. A la vez, la cantidad de peces en el mar comenzó a disminuir en forma considerable, lo que requería una respuesta inmediata.  

Paniagua afirma que la primera vez que hablaron de Acuicultura fue en 2012, en el marco de un proyecto de la Unión Europea que pretendía incluir a las mujeres en las actividades económicas de la comunidad, pero encontraron una gran resistencia. “No existía aceptación de los pescadores varones porque decían que la tecnología era una locura, que no podías producir en un estero y mucho menos que las mujeres fuesen capaces de producir, porque en este segmento poblacional prima el machismo”, destaca.  

La Fundación Líder tenía referencias en México y en la vecina Costa Rica sobre la práctica de la Acuicultura, pero ambas eran a nivel industrial y con costos elevados. No existía hasta entonces un esfuerzo comunitario. “Empezamos a ver los ejemplos en intercambios que hicimos entonces y encontramos que una caseta flotante en México costaba 50.000 dólares. Pero, ¿cómo poníamos algo así en el Estero Padre Ramos, cuando las mujeres que bajaban a la playa vivían en una casita de plástico?”, recuerda. 

La organización documentó que la construcción de una caseta flotante en México con cuatro flotadores de fibra de vidrio rondaba los 2.500 dólares por unidad, precio inviable para el proyecto, pero determinaron que la capacidad de flotabilidad de tres barriles de plástico de 210 litros resultaba igual que el proyecto mexicano y que en Nicaragua costaría unos 33 dólares cada barril. Una diferencia de 50.000 dólares contra 12.000, usando materiales alternativos. 

La organización inició contactos en ambos países para explorar la forma de adaptar la tecnología a un costo adecuado a la realidad económica de los comunitarios. En ese momento, además de crear un marco de referencia para la producción acuícola, la organización también supo que debía enfrentar un nuevo desafío: en el país no existía un marco legal para producir peces en una reserva natural.  

A lo largo de un año, comunitarios y Fundación Líder se reunieron con las autoridades de gobierno y, en forma conjunta, crearon una herramienta legal que permitiera a estas granjas tener la autorización oficial para operar, ya que las reservas naturales están registradas con fines de conservación y educación, no de producción. Un vacío legal que se superó con la aprobación, el 21 de abril de 2015, del Decreto ejecutivo 10-2015 a la Ley Ambiental, que autoriza a las cooperativas pesqueras de la zona cultivar peces con normativas ambientales. También desarrollaron una guía para no causar un impacto negativo en el ecosistema que buscan conservar.  

“El presente Decreto tiene por objeto establecer las disposiciones para el desarrollo seguro, ordenado, conservacionista y sostenible de las actividades de acuicultura en la zona del delta del Estero Real y Estero Padre Ramos”, cita el primer artículo.  

Sin embargo, recuerda Paniagua, “bajo esa premisa surgió un tercer problema: ¿cómo lograr el apoyo de la cooperación internacional, desde una ONG local con dos socios principales, para una tecnología que todavía ni nosotros mismos estábamos tan claros de cómo desarrollarla? Entonces el proceso fue enseñar haciéndolo”. Las primeras granjas de pargo fueron lideradas a nivel experimental por el Instituto de la Pesca y el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (Marena), pero las autoridades fracasaron en el proceso de alimentación del pez. Al darle comida rica en carbohidratos, los peces comenzaron a presentar problemas hepáticos y descamación, entre otros.  

Con el apoyo de técnicos del El Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba, CITMA, lograron determinar que en la zona existen varias empresas camaroneras que desperdician de forma contaminante la cabeza del camarón como un subproducto de su actividad, cuando esta contiene 43% de proteína que, una vez procesada, ofrece un alto grado nutricional para los peces durante al menos ocho meses del año. Tras invocar la Responsabilidad Social Empresarial de estas compañías e invertir recursos logísticos para que la cabeza de camarón fresca llegase hasta las jaulas del estero, la pregunta era cómo alimentarlos durante los otros cuatro meses cuando las camaroneras no producen este “desperdicio”. Crearon entonces una mezcla en forma de harina a base de cabeza del camarón, que se almacena y sirve de alimento para los meses de escasez. 

Al consultar a Elena Martínez si sería posible mantener sus granjas de peces sin el apoyo alimentario de la Fundación Líder, respondió que ese escenario sería muy difícil “porque no tenemos comunicación con la empresa que les da la cabeza, y Líder sí”. 

Luego de la etapa de innovación tecnológica y la creación del marco legal, aún están pendientes grandes desafíos para potencializar el cultivo de peces. Como afirma Paniagua, “el decreto te dice que no está abierto para el empresario privado. Es única y exclusivamente para cooperativa comunitaria. Además, tenés que tener al menos tres años de pescador, integrar a mujeres dentro de la estructura y bajo ese concepto lo que empezamos a hacer fue masificar paulatinamente la tecnología”.  

La barrera ecológica

Pablo Espinoza Ulloa, de 45 años, mantiene el semblante serio durante toda la entrevista. Al hablar denota timidez. Es un sobreviviente: en 2008, él probaba con otros pescadores un nuevo método que prometía aumentar la productividad al sacar peces del mar, cuando la bomba artesanal que debía explotar bajo el agua estalló en su mano.  

Entre los escasos recuerdos de ese día, porque la explosión se le borró de la memoria, conserva algunas imágenes, como llegar en ambulancia al hospital, despertar y enterarse de que el artefacto le había mutilado un brazo y parte del rostro, y que había perdido un ojo. El método de pesca con bomba es uno de los más dañinos para el ecosistema marino, coinciden pescadores y ambientalistas.  

Don Pablo, que no conoce más oficio que el de pescador, pasó varios años en recuperación y por momentos pensó en suicidarse, según confiesa. Ahora ha encontrado en la Acuicultura una oportunidad para seguir haciendo lo que más le gusta con el respaldo de su esposa y su familia. Su cooperativa se llama Mar y Pez, y está recién conformada, tiene 13 socios y los asesora Copamer, cooperativa pionera en Acuicultura en este estero.   

Fundación Líder junto a la ONG Amigos de la Tierra apoya logística y financieramente nueve granjas de cultivo de pargo en la Reserva Padre Ramos y Aserradores. Cada una de estas, además de cultivar peces, busca crear barreras de contención contra el uso de la bomba y evitar que esa práctica se realice dentro del estero, un sitio de anidación de especies como el Pargo Lunarejo y las tortugas marinas. La organización, con el apoyo de las autoridades, ha logrado desmontar fábricas de explosivos y los pescadores comunitarios se han convertido por necesidad en sus “informantes anónimos”.           

“De las granjas se han derivado dos escenarios importantes. Primero, que cada unidad productiva representa ahora un arrecife natural. No necesitas ir a hacer captura con cuerda a lo largo del estero, porque el poquito sobrante de alimento de las jaulas está permitiendo tener una serie de especies de valor comercial fuera de ellas. Entonces, capturar especies de mayor tamaño es más fácil en la jaula. Segundo, hay un avistamiento de tortugas juveniles en los entornos de la jaula que me parece es producto del alimento que sobra, aunque sea poco”, explica Paniagua.  

El pescador Félix López nos habla de cuando empezó a conocer de explosivos en la zona. Según relata, al concluir la guerra civil de la década de 1980 en Nicaragua, comenzó en esa práctica a la que le atribuye parte del deterioro ambiental. “Ahora, si no llevás explosivos al mar no traés peces. Entonces, hay un problema con los pescadores. Ellos no quieren dejar esa práctica porque si la dejan no pescan. Pero para que pueda haber peces de nuevo, tenés que dejar esa práctica y sufrir un tiempo”, dice López. Él propone apostar por la Acuicultura.  

A sus 54 años, don Félix vive en una pequeña isla llamada Venecia, ubicada justo en la línea que separa el agua calma del estero con el oleaje del océano Pacífico. Desde un lado de su casa puede observar las jaulas de su cooperativa con la tranquilidad que caracteriza al estero Padre Ramos y, desde el otro, el inmenso océano y sus típicos atardeceres. Cuando la organización lo invitó a participar en el proyecto de Acuicultura se emocionó, porque había visto documentales en televisión que narraban las experiencias en Costa Rica y en Taiwán. 

“Nos invitaron primero a una reunión. Solo fuimos cinco, pero a mí me gustó el proyecto. Además que ya tenía idea de que sí era bueno. Entonces comencé a motivar a mis compañeros y amigos y logré reunir a diez”, recuerda. Su cooperativa se constituyó legalmente en 2018 y en la primera cosecha lograron cultivar 3.600 libras, motivando a varios incrédulos que al principio veían como una locura engordar peces en una jaula.  

Tal fue el éxito de la primera camada que pasaron de diez a 17 socios y tenían más solicitudes, pero la crisis política que afectó a Nicaragua en 2018 los tomó por sorpresa: “Primero nos entró un problema social cuando estalló aquí en el país. Eso nos dejó mal parados de varias maneras. Pasó el problema social, y nosotros comenzamos a superarlo y después nos cae este virus, que nos terminó de dar el golpe final. El precio se fue abajo, las plantas que procesaban camarón cerraron y no teníamos comida para alimentar” a los peces.  

Junto a varios miembros de la cooperativa logró conseguir alimento para los más de 5.000 peces en jaulas, pero la pandemia desplomó los precios. El pescado capturado en mar abierto se vendía a mediados de este año en 80 córdobas por libra (2,35 dólares) y la granja de Félix apenas logró colocarlo en 60 córdobas (1,7 dólares). Para él, estos escenarios adversos han sido de gran aprendizaje. “Pensaba terminar de construir la casita y me quedé esperando. Otro señor quería comprarse una o dos vaquitas para tener lechita en la casa pero lo mismo, la vaca no llegó, se la llevó el coronavirus”, bromea con pesar.  

La ciencia en auxilio de los pescadores

Sander Martínez, promotor comunitario de Fundación Líder, explica que el día a día de estas cooperativas es garantizar la captura de peces juveniles para introducirlos en las jaulas, que en sus 112 metros cúbicos hospedan cada una a 5.000 Pargos Lunarejos para un aproximado de 44 peces por metro cúbico, con un peso máximo de engorde de ¾ de libra. “Entre más rápido vos tengás a tus peces en el encierro para engorde, eso te va a permitir tener más temprano una cosecha y más rápido los ingresos”, explica Sander 

El resto del tiempo, de entre cuatro a seis meses de engorde, los pescadores comunitarios se dedican a alimentar, limpiar y monitorear las jaulas instaladas. “Cuidan de que puedan llegar depredadores como aves, personas ajenas al proyecto que quieran saquear, o en la misma corriente del agua puede haber objetos, ramas, etcétera”, explica.  

La Fundación Líder trabaja actualmente con 164 familias de un total de 1.300 ubicadas entre los dos esteros. Lo primero que hicieron en 2015 fue formar una Escuela de Campo para explicar la tecnología acuícola a los locales, creando un currículo basado en tres componentes esenciales: 1) Manejo técnico de las granjas a cargo de Fundación Líder, identificando a pescadores promotores para compartir la información; 2) Inclusión de mujeres en las cooperativas que se crearon, algunas mixtas y otra formada totalmente por mujeres; y 3) Monitoreo de cuerpos de agua, que contó con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). 

“La lógica nos dice que quien puede usar un oxigenómetro, un pH-metro, un salinómetro o un disco de Celchis es la gente de la universidad, el educado, el que ha estudiado. Pero nosotros demostramos que el cuerpo de agua tiene los mayores problemas no en un día radiante, sino durante un huracán, que afecta tu granja, que te baja nutrientes, que revuelve todo el manto de agua. En ese momento, ¿cómo mide la Universidad esos parámetros? Pero como quien está viviendo ahí es el comunitario, empezamos a seleccionar y nos dimos cuenta de que las mujeres tienen un mejor manejo en ese sentido”, dice Paniagua.  

Con el apoyo de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), los comunitarios comenzaron a llevar un registro manual de los parámetros básicos como temperatura, PH o salinidad y a transferirlos a la Universidad para procesar la información. Se creó una comisión ambiental entre gobierno, Universidad y comunidad, y actualmente los pescadores de las granjas son reconocidos como Monitores ambientales por el gobierno.  

“Ahora pasaron de extractores de recurso a productores, lo segundo que lograron entrar las mujeres en los aspectos productivos, tecnológicos y en la toma de decisión. Después de eso en la categoría de conservación, las granjas en su totalidad, son una barrera contra la pesca nociva y finalmente hablamos de pescadores cultivadores dedicados al monitoreo científico”, resume Paniagua.  

Desde 2019, el laboratorio “Lima” de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua/UNAN-León trabaja en un proyecto de producción inducida de alevines. Los alevines son pequeñas especies de pargo que hasta hoy los pescadores capturan del medio silvestre para introducirlos en las jaulas. La idea para cerrar el ciclo productivo es que el laboratorio académico produzca estos alevines de forma inducida y que un laboratorio se interese por adoptar esos protocolos y abastezca las granjas de la reserva Padre Ramos y Aserradores.  

Mientras eso sucede, los comunitarios unen esfuerzos para la Certificación de Padrotes Reproductores. Cada granja deja en promedio por cosecha entre 70 a 120 reproductores, especímenes que crecen con mayor tamaño en los ciclos productivos y que son donados al laboratorio para estudios. “Hace cinco años, que les dijeras a los comunitarios que íbamos a sacrificar cinco ejemplares para verles el hígado y estudiarlos, era delito. Hubo que trabajar también esos procesos de cambio”, reconoce Paniagua.  

Asimismo, en conjunto con la Universidad se está creando un protocolo para definir cuáles son los parámetros para preparar un Padrote. El laboratorio Lima, al cual le solicitamos en varias ocasiones una entrevista para este reportaje, sin obtener respuesta, realizaría una inducción con gonadotropina coriónica humana (hCG, por sus siglas en inglés), una hormona que acelera la maduración de las especies, a fin de convertir a futuro a la comunidad en un semillero natural de alevines.   

Paniagua añade que estos Padrotes, “van a hacer la semilla genética que les va a permitir a esos laboratorios poder producirlos. En tanto esto no suceda, nosotros tenemos los semilleros ahí”, dice y reconoce que la extracción de los alevines de la reserva no es la “práctica más idónea”, pero ha traído beneficios ambientales de conservación. 

Acuicultura, estrategia nacional

En febrero de 2020, el gobierno de Nicaragua reunió en un acto oficial a pescadores de todo el país para presentarles la Estrategia Nacional de Promoción de la Acuicultura, que entre sus objetivos destaca fortalecer la tecnología, incrementar la producción de peces y mejorar genéticamente a las especies. El Sistema Nacional de Producción, Consumo y Comercio, que engloba al menos a seis instituciones estatales, se propuso mejorar las capacidades y las tecnologías de los productores para que produzcan “cuidando el medio ambiente”.  

“Queremos promover el cultivo de otros organismos como los moluscos bivalvos, queremos promover el cultivo de ostión, de ostras y los encierros de las conchas negras. También queremos promover el cultivo de peces ornamentales como una actividad generadora de ingresos complementarios para las familias”, destacó durante la reunión Itzamna Úbeda, del Instituto Nacional de la Pesca.  

Según el documento oficial, “implementaremos técnicas del cultivo de peces usando tecnologías como geomembranas, aireadores, alimento balanceado, jaulas flotantes y otros para mejorar la productividad”. También promete beneficiar a 10.000 productores, pero no se detalla cómo. El plan incluye eventos, capacitaciones, videoconferencias, manuales técnicos de manejo, registro de granjas acuícolas, registro sanitario y la implementación de una etiqueta de “Producto Acuícola Sostenible” para las granjas registradas, aunque los actores consultados dijeron desconocer la estrategia gubernamental.  

La Pesca y la Acuicultura aportan a los países de Centroamérica 24.5% del producto interno bruto (PIB) del sector primario de la región, según el informe “Contribución de la pesca y la agricultura a la seguridad alimentaria y el ingreso familiar en Centroamérica”, publicado en 2014 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En la actualidad, la Acuicultura es la actividad de mayor crecimiento a nivel mundial entre las actividades agropecuarias, así como la principal fuente de pescado disponible para el consumo humano. 

La FAO realizó en 2012 una gira de campo por la región y conversó con pescadores comerciales y deportivos, acuicultores, ONG y expertos en la materia, revelando que las principales necesidades del sector son: adaptación de tecnologías de captura eficientes y sostenibles para recursos potenciales o para sustituir métodos actuales; repoblamiento de cuerpos de agua marinos y continentales; investigación interdisciplinaria con fines de ordenación, renovación de lotes de reproductores para la acuicultura con líneas de altos rendimientos adaptables a cada país; un sistema de extensión, asistencia técnica y transferencia de tecnología en acuicultura, así como el cultivo de moluscos como alternativa de diversificación para pescadores artesanales. 

De acuerdo con el documento de la FAO “Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura”, la producción acuícola mundial alcanzó otro récord histórico de 114,5 millones de toneladas de peso vivo en 2018, con un valor total de venta en la explotación de 263.600 millones de dólares. El informe agrega que en 2018, aproximadamente 59,51 millones de personas trabajaban en el sector primario de la pesca y la acuicultura; entre estas, el 14% eran mujeres.  

Martec, la acuicultura en el nivel industrial

En Costa Rica, que comparte la costa pacífica con Nicaragua, se encuentra Industrias Martec, empresa pionera a nivel mundial en el cultivo de pargo rojo. Martec surgió en 1984 como empresa extractora de especies marítimas, pero en 2008 diseñó un proyecto piloto de acuicultura que hoy día está dando frutos. En 2014 vendieron su primer pargo cultivado en granjas de mar abierto y hoy venden tres millones de Pargos Lutjanus guttatus red snapper, de mucha demanda principalmente en Estados Unidos.  

La empresa es una de las únicas en el mundo dedicadas al cultivo y comercialización acuícola de esta especie y cuenta con 22 jaulas flotantes a ocho millas náuticas de las playas de Quepos, en Puntarenas. Las jaulas de Martec, de fabricación danesa, se divisan desde el cielo, cada una mide entre 14 y 25 metros de diámetro con unos 12 de profundidad. Cada jaula alberga unos 200.000 peces. La empresa cultiva alevines de dos gramos y los cosecha cuando llegan a 500 gramos, con grandes desafíos en el camino por el nivel de producción.  

“Ha sido de lo más difícil, además del desarrollo de las curvas de alimento, porque nadie las tenía. Ya nos hemos encontrado con enfermedades, por lo cual estamos investigando con FishVetGroup una vacuna para una infección bacteriana: el estreptococo. Estamos pasando por todo lo que han pasado las otras industrias”, declaró Carlos Lara, director de Acuicultura de Martec a la revista Mundo Acuícola. La empresa desarrolló su propio laboratorio para producir alevines en Guanacaste y actualmente produce cuatro millones de alevines al año, aunque tiene como objetivo producir 24 millones a corto plazo.  

El ingeniero Nelson Peña, director de la Carrera de Ingeniería en Acuicultura de la Universidad Técnica de Costa Rica, recuerda que fue a inicios de este siglo que su país comenzó a experimentar con pargo, aunque en la actualidad este apenas representa el 3% de la producción nacional. Otro 80% corresponde a la tilapia, 13% al camarón y 4% a la trucha.  

Peña afirma que el potencial de la Acuicultura en América Latina es enorme y que en Centroamérica se ha intensificado en los últimos años. “Honduras, Nicaragua, Guatemala empezaron a producir muchísima acuicultura, empezaron a liderar los mercados de camarón, de tilapia. Las grandes empresas productoras de alimentos como BioMar ya se han instalado aquí”, destaca.  

La creciente demanda en este sector llevó a su institución a crear hace cuatro años la Carrera de Ingeniería en Acuicultura, que cuenta con 90 estudiantes activos. “Podemos elaborar mucho producto en áreas pequeñas en comparación con otras actividades agropecuarias”, explica y detalla que su país pretende escalar la producción de pargo hacia las 5.000 toneladas anuales, aportando entre 20 y 30% de la producción nacional. Peña es un fiel promotor de la Acuicultura porque la considera “uno de los medios para garantizar la seguridad alimentaria. Actualmente con la pandemia la seguridad alimentaria es sumamente necesaria”, sostiene. 

Pese a todo, la aventura continúa

“Le comunico que por mala suerte se acabó todo lo del proyecto de las jaulas, las desbarató el mar”, se escucha en una nota de voz que Peltier Barahona recibió el pasado 9 de mayo. El audio pertenece al pescador Carlos Guerrero López, informando que durante la madrugada de ese día un mal oleaje destruyó el esfuerzo de tantos meses de los pescadores artesanales de Gigante.  

“Ahí el oleaje no es juguete, el tumbo, la ola, quebró la madera, zafó las argollas y se salieron. La madera fue muy frágil”, siguió narrando en el audio, acompañado con un video que mostraba partes de la jaula que el mar arrojó sobre la costa. Pero aunque el mal tiempo destruyó el proyecto, FFI informó que trabaja en un nuevo modelo de jaulas más resistentes y en la recaudación de fondos a fin de continuar con el programa. 

También los alienta la experiencia de la Reserva Natural de Padre Ramos y Aserradores, donde los pescadores no desisten de seguir trabajando sus granjas y reconocen que, en otras comunidades, cada día aparecen más pescadores que ya no quieren pescar.  

“Me pareció muy bonita la idea de ya no andar agarrando los pescados. Tenerlos enjaulados y engordarlos es una manera diferente de pescar”, dice Arelis Flores Manzanares, que a sus 23 años es la cooperativista más joven y de quien dependen las finanzas de los asociados en Venecia, la pequeña isla del estero Padre Ramos.  

Cuando Arelis no está atendiendo a los peces en la jaula flotante, cuida de su hijo de cinco años. Cuenta que dejó los estudios de secundaria por la crisis económica y que anhela que este proyecto le permita crear una venta local de productos varios. Además de ser una joven pescadora, siempre sonriente, tiene fama de llevar bien las cuentas; por eso sus compañeros le asignaron el cargo de secretaria de la cooperativa. “Económicamente (la Acuicultura) sí es rentable, porque después de tanto esfuerzo y trabajo, si uno sabe cuidar los peces, al fin obtiene su buen billete”, dice.  

Guillermo Páiz es técnico de Amigos de la Tierra, una organización ambientalista española que aporta al proyecto. Explica que la Acuicultura, “además de ser una actividad que genera ingresos económicos, garantiza la seguridad alimentaria. Para las familias se vuelve sostenible porque ellos llevan un control de la mortalidad de los peces. Se aseguran de que el cultivo logre llegar adecuado al momento de la comercialización”. Por cada córdoba invertido, se genera una utilidad de 2.70 córdobas, afirman.  

A pesar de las dificultades, Edwin Paniagua considera que esta historia no está del todo escrita y se ha propuesto realizar una síntesis de los aspectos tecnológicos, sociales, ambientales y económicos a partir de los cuales el proyecto cobró vida. Asegura que “lo que ha pasado en los últimos cinco años es que hemos ido encadenando los problemas y conociendo sus raíces. La problemática propia de la comunidad la hemos entendido desde la raíz. Somos organizaciones de territorio, los problemas los vemos en el territorio y los resolvemos ahí con ellos”.  

Pese al impacto generado por el Covid-19 en la economía mundial, los organismos que apoyan a las cooperativas de Padre Ramos y Aserradores esperan seguir adelante para cerrar los ciclos reproductivos y que estas sean rentables sin su ayuda. Paniagua piensa que al menos cinco de las nueve granjas podrían sobrevivir si se retiran de la zona y que las granjas acuícolas son replicables en países vecinos como Honduras y El Salvador, que comparten condiciones similares. También esperan extender las granjas una vez que la Universidad haya logrado producir sus propios alevines.  

Fundación Líder tiene identificado 50 potenciales lugares en el estero (aún no publicados) que podrían servir para desarrollar jaulas flotantes, aunque por ahora solo ocupan nueve. Aseguran que el cultivo de peces se extendería a otras tres especies de la familia Lutjanus, además de experimentar a futuro con otras especies como el Robalo y la Corvina reina. Y los pescadores están listos, porque como dice Edwin, “nos gusta aventurarnos en lo que no conocemos”. 

Jorge Hurtado

“Este artículo hace parte de la serie de publicaciones resultado del Programa de becas de Periodismo de Soluciones, ejecutado con el apoyo de la Fundación Gabo y Open Society Foundations”.

Jorge Hurtado. Periodista, productor audiovisual y emprendedor, con más de 14 años en radio, prensa escrita y televisión. Ha sido vocero/organizador de causas sociales y proyectos de emprendimiento. Premio Ortiz Gurdián (2012) al periodismo televisivo. Fundador de la productora audiovisual 3Media. Miembro de Global Shapers Community y Fellow de la generación 2016 del programa Centroamérica Adelante que apoya a líderes de alto impacto en Centroamérica. Es becario del International Visitor Leadership Program Edward R. Murrow para periodistas y miembro de la tercera generación de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas de la plataforma Distintas Latitudes. Actualmente colabora desde Managua para medios extranjeros.